La primera vez que fui a Colombia me crucé con muchos mochileros europeos que se encontraban haciendo el típico viaje de 6 meses que suelen hacer por América. Varios de ellos me contaron que una de las mejores experiencias había sido una caminata hacia un lugar misterioso, un antigua ciudad Indígena aislada de la civilización moderna, un lugar llamado Ciudad Perdida, Colombia, trekking, al que solo se puede acceder caminando durante 4, 5 o 6 días.

Lamentablemente ya me encontraba en mis últimos días antes de volver a Uruguay. Pero como dicen algunos viajeros “El fin de un viaje es solo el comienzo de otro”, y así tomé mi vuelo de regreso muy pensativo con ese lugar.

Unos días luego de llegar empecé a investigar: “Una de las ciudades precolombinas más grandes de América fue descubierta hace solo 30 años en Colombia…enterrada bajo el lodo” “Un lugar con valor arqueológico del nivel de Machu Picchu” o aún mejor, pues no estaba explotado turísticamente, eso me llamaba especialmente la atención.

En febrero de 2016  volví a Colombia como coordinador de nuestra aventura “Colombia al Máximo”. Fue una hermosa aventura con un grupo humano increíble.
Hicimos nuestra cena de despedida un Sábado en Cartagena y el Domingo ya todos regresaban a sus respectivos países.

Yo tenía muy presente que mi aventura continuaba. De hecho, ya estaba en contacto con Jairo, el dueño de uno de los pocos operadores autorizados para llevar gente por el trekking Ciudad Perdida.

Al día siguiente me tomé una camioneta rumbo a Santa Marta para descansar un par de noches antes de la gran caminata.

Y así emprendí este nuevo viaje. Recuerdo que era un momento extraño, acababa de terminar un viaje en grupo intenso como “Colombia al Máximo”, que te deja las emociones a flor de piel, y ya me encontraba procesando algo nuevo.

Cuando viajas en grupo compartes todo tipo de situaciones con tus compañeros de viaje y te encariñas con ellos, y en el momento en que te separas del grupo para continuar tu camino, inmediatamente te invade una pequeña melancolía. Y junto con eso, te resulta raro estar solo, empiezas a recordar a cada uno de ellos y resurgen los recuerdos vividos como peces saltando del agua.

Así que con todos esos sentimientos en la garganta, ya estaba empezando a alimentarme de una nueva aventura, eso sí, ahora estaba solo y me iba a enfrentar a un desafío de otra calaña.

No tenía idea de como sería la experiencia, con quién me tocaría compartirla ni que tan dura sería la caminata. También recuerdo que en aquel momento, bastantes dudas empezaron a girar en mi cabeza, el cansancio del viaje en grupo me pesaba. Sabía que no tenía que escucharlas mucho, simplemente hacer lo que había decidido y listo.

Solo de una cosa estaba cien por ciento seguro: el trekking valdría la pena.

En la vida pasa muchas veces lo mismo: tomamos las decisiones en base a lo que nos susurra la voz interna. A veces hay que saber escucharla pero otras veces solo representa miedos y dudas, y no nos sirve para nada. Yo sabía que si no lo hacía ahora probablemente no lo haría jamás.

Día 1 Ciudad Perdida, Colombia, Trekking:

A las 8 am me pasaron a buscar en un jeep por el Hostel rumbo a la agencia que organiza el trekking. Allí fueron llegando jeeps con más viajeros que venían de diferentes partes de Santa Marta.

Y… ¡wala! la primera gran sorpresa: Me asignaron un grupo de 15 personas y había dos españoles filmando un Documental sobre Ciudad Perdida 🙂 enseguida me presenté y les pregunté por el proyecto, empezamos a conocernos, fueron mis dos primeros colegas en esta misión. Ellos son Marta y Mariá, los creadores de “furgo en ruta” que ya llevan unos cuantos años recorriendo el mundo en una furgoneta.

Aquí se puede ver el resultado de este vídeo Documental que crearon ellos y que en esta foto estaba a punto de empezar.

Luego de completar algunos trámites administrativos partimos en varios jeeps rumbo a un pueblo llamado “El Mamey” situado a los pies de La Sierra Nevada de Santa Marta. En el camino miraba atrapado el pasaporte Ciudad Perdida Teyuna y ya volaba con mi imaginación sobre el momento en que llegara a ver la mítica ciudad por primera vez.

En “El Mamey” hay un gran comedor donde se juntan para almorzar los que inician la caminata ese día y los que acaban de finalizarla. Lo cuál generaba un ambiente muy peculiar, las apariencias y las situaciones eran bien contrastadas.

Mientras almorzábamos en una alargada mesa de madera, estábamos rodeados de otras mesas con viajeros tomando cerveza y contando historias de la caminata a las carcajadas. A cada rato, algún caminante más que arribaba y enseguida era recibido con gritos, abrazos y hasta aplausos.

Llegaban con sus ropas húmedas colgando de la mochila y sus gotas llenas de barro, parecían salidos de una travesía digna de National Geographic.

El día 1 se caminan 7.3 km en total entre subidas y bajadas. Las primeras 2 hs de caminata te ponen a prueba, subidas bastante empinadas sin parar que te dejan sin aliento.
Es cansador el principio porque aún no estás acostumbrado al ritmo, aún así, a tu alrededor las vistas comienzan a ponerse cada vez más interesantes.

Algo que aprendí en esta caminata es que el trekking es un deporte de pura superación personal. Tienes mucho rato caminando y piensas muchas cosas. Depende en gran parte como pienses para que puedas continuar el camino y a las vez disfrutarlo. El senderismo tiene muchos paralelismos con la vida misma, es un camino largo y saber vivir el momento es lo más importante.

Al llegar a la cima de esta primer subida nos esperaban en una pequeña casita de madera con unos banquitos con vistas a las montañas. Habían trozado una inmensa sandía que la comimos chupándonos los dedos.

Durante todo el camino van apareciendo estas especies de “postas” que son como islas paradisíacas en donde te hidratas, estiras y descansas un rato, para luego continuar.

Sobre la tardecita llegamos al lugar donde pasaríamos la noche “La cabaña de Adán”. De pronto el sendero se volvió más angosto, con paredes altas de tierra y comenzó a bajar hasta llegar al lugar.

La cabaña estaba montada en una especie de pequeño valle junto a una cañada, y para acceder hay que cruzar un puente de madera desde donde se escucha el agua acariciar las piedras más fuerte y sonidos de pájaros. Mientras cruzaba el puente de madera levanté la mirada y habían árboles con flores de colores con el cielo rojizo del atardecer de fondo.

Enseguida se acercó Eliester, nuestro coordinador de toda la caminata, y nos llevó a la zona donde dormiría mi grupo. Allí pudimos asearnos y acomodar nuestras cosas.

En las cabañas tienes lo básico: espacios comunes con mesas, una hamaca o cama dependiendo de la cabaña en que se pernocte, baños, duchas con un chorro de agua y muy rica comida casera. Está claro que la idea es desconectarse de todo, por lo que no esperes wi fi ni señal de teléfono ni más luz que linternas y velas.

Al caer la noche, la Sierra Nevada es un mundo aparte. Por fuera del terreno de las cabañas no circula nadie y es selva primaria. Si uno se acerca al borde que limita entre la cabaña y los bosques que hay alrededor, se pueden escuchar miles de sonidos de animales al mismo tiempo, es una sensación salvajemente encantadora.

Dentro de la cabaña es aún mejor, parece que se estuviera en otra época, a la luz de las velas con un definitivo ambiente rústico. Uno se pasea por las diferentes zonas de la cabaña y se puede topar con viajeros de cualquier parte del mundo; algunos jugando cartas, otros escribiendo su diario, y con quien tu quieras puedes sentarte a conversar y tomar una cerveza.

Mi grupo se componía de tres alemanas, una austríaca, dos españoles, 2 chicos de Usa, una canadiense, dos franceses (estos eran los más grandes, de unos cincuenta y tantos) y una chica de Suiza.

Las dos más compinches conmigo fueron 2 chicas de Alemania que estaban en Colombia haciendo un curso de docencia y que se habían aventurado por un mes a conocer los rincones más hermosos de Colombia. No las paraba nadie, tenían muy buena predisposición para la caminata, y si querías ir al frente del grupo durante el día, entonces tendrías las compañía de ellas dos.

Recuerdo que una de ellas, “Julia”, cuando llegamos a la Ciudad Perdida lo primero que hizo fué sentarse en una de las terrazas superiores a meditar para canalizar la energía de esas inmensas montañas. Se la veía con su remera color azul oscuro y su trenza bien rubia colgando con el verdor de la exuberante vegetación de fondo, era una foto de postal pero estaba muy lejos de ella para tomársela.

Día 2 Ciudad Perdida, trekking: El día de caminata más largo

Levantada a las 5 de la mañana, desayuno delicioso y comienzo de la marcha.

Fué un alivio comenzar temprano, estaba más fresco que al mediodía ver al costado las montañas con el amarillo anaranjado de los primeros rayos de luz, los paisajes a esta hora son majestuosos.

Al mediodía paramos a almorzar en una cabaña a orillas del río Buritaca. A esta altura el río ya no era una cañada como antes sino un señor río con mucho caudal.

¡Estos baños naturales en medio de la selva son increíbles!

Fué un día en donde dos bastones de trekking eran bendecidos ya que las subidas y bajadas en zig zag eran espeluznantes, pero aún así, no imposibles.

A medida que avanzas más rumbo al corazón de estas montañas sagradas, entiendes que la madre naturaleza es mucho más potente de lo que jamás habías pensado, creo que en pocos lugares fuí tan consciente de esto como aquí.

Comienzas a atravesar lugares que parecen una puesta en escena de Tarzán o El señor de los anillos: puentes colgantes, árboles milenarios, cascadas, piscinas naturales y tantas otras sorpresas que es imposible aburrirse.

Y además, este trekking tiene un condimento que lo hace único: en estas montañas viven Wiwas, Koguis, Arhuacos y Kankuamos. Estas son las 4 etnias indígenas que habitan esta zona y que viven por fuera del mundo moderno, y son descendientes reales y directos de la civilización Tayrona.

Por momentos se cruzan lugares en donde hay aldeas y ellos están al rededor del fuego o haciendo trabajos en la tierra. Son muy reservados y se requiere de mucha suerte para tener contacto directo con uno de ellos. Varias veces vi algún viajero que buscaba tomarle una foto a alguno de ellos, y como si tuvieran ojos en la espalda, saltaban y se introducían en la selva corriendo, enseguida se les perdía el rastro.

Con Cami tuvimos la suerte de cruzarnos con uno de ellos que era más amigable que el resto. ¡Y salió la foto con el wiwa!

Y nuevamente cruzamos el río Buritaca. Es increíble porque el oído de uno se va acostumbrando a los sonidos de la selva, y sabes perfectamente cuando se acerca un nuevo cruce al río, empiezas a sentir la humedad y el sonido del agua desde lejos.

Este río es un ícono en esta caminata, se bordea en muchos tramos, modo que acompaña a los caminantes, y los paisajes son mágicos. Además es un río con una riqueza biológica y valor cultural sin igual.

También empiezas a ganar perspectiva y en la medida que avanzas puedes ver diferentes ángulos de este gran pulmón verde que tiene Colombia, el último eslabón de la cordillera de los Andes, y con la montaña nevada más del mar que existe en el mundo.

A la tarde arribamos a “Paraíso Teyuna” y estábamos en un campamento ubicado exactamente abajo de la gran Ciudad Perdida.

Acá ya las energías son de satisfacción de estar muy cerca del objetivo principal. Nos tomamos un delicioso café colombiano, tomamos algunas notas y vimos caer el atardecer . Ahora solo quedaba descansar y esperar…

Día 3 del trekking, el más esperado:

Desayunamos a las 4:45 para ser los primeros en ascender a La Ciudad Perdida.

Las caras de todos los compañeros de mi grupo mientras nos preparábamos para salir eran de pura emoción y adrenalina. Se palpitaba la gran ciudad de los Tayronas, un lugar único en el mundo y un museo natural de una civilización increíble.

Mucho se oye hablar de Incas, Aztecas y Mayas pero la realidad es que habían otras varias civilizaciones muy desarrolladas en américa pre hispánica y los Tayronas fueron una de ellas. Otra de las grandes verdades a las que accedí por el mero hecho de hacer caminos alejados de las grandes masas turísticas.

Luego de subir los 1200 escalones que separan la ciudad de la base donde dormimos nos encontramos con esa gigante ciudad de piedra, con pasadizos y escaleras que unían los diferentes rincones de la urbe.

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Se ingresa por las partes inferiores,  donde están las primeras terrazas y con un mapa te explican todas las zonas del sitio arqueológico, pero lo más increíble está arriba del todo, en las terrazas donde vivían los sacerdotes.

Como eramos solo 3 grupos, teníamos prácticamente toda la ciudad para nosotros y pudimos caminar por cada lugar con mucha atención y tranquilidad. El misterio yacía en todas partes, la curiosidad por aprender de cada detalle, la sorpresa de estar rodeados de un misterioso templo escondido nos aceleraba el ritmo cardíaco.

Y cuando llegamos a la cima del todo, y el sol comenzó a iluminar las terrazas principales en donde solían hacerse las ceremonias espirituales, fué que vimos el merecido paisaje que te deja atónito y sin palabras.

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Solo faltaba sentarse y sentirse perdido en medio del universo…

Estuvimos unas 3 horas recorriendo todas las partes de la ciudad acompañados de guías especializados que nos contaron todas las historias. Luego comenzamos el descenso al campamento donde tomaríamos nuestras cosas y emprenderíamos el camino de regreso.

(Esta foto no es de mi primera vez en Ciudad Perdida sino de la segunda vez que hicimos el trekking, ya con el primer grupo que hizo nuestra ruta “Colombia Salvaje”)

Luego de unas 4 hs de caminata llegamos a “Mumake” donde pasamos otra hermosa noche con cena de velas pero ahora con una sonrisa de oreja a oreja y con unas cuantas historias nuevas para contar. Solo faltaba un día de caminata para cumplir con el objetivo.

Día 4 de Ciudad Perdida, Colombia, trekking. A completar la caminata:

Ya habiendo dejado bien atrás la inigualable Ciudad Perdida, ahora la motivación era lograr completar el trekking para irnos a casa victoriosos.

Volviendo hacia el punto de inicio del trekking pensaba nuevamente en la importancia que tiene el camino más allá de la meta. Todos queríamos ver la imponente Ciudad Perdida pero compartir el camino conociendo gente nueva, desconectados del mundo, sin la más mínima señal de línea telefónica fué una experiencia 100% renovadora.

Fueron días muy valiosos para todos. Cada uno de nosotros encontramos en esta caminata una oportunidad única para conectarse más con lo esencial y parar con la máquina del día a día en el mundo moderno. 

La Ciudad Perdida nos quedó marcada a fuego en el corazón, lo que sentimos allá arriba y la gratificación de haber llegado solo lo sabemos los que estuvimos ahí, las palabras no son suficientes para describirlo.

Creo que es una experiencia que le puede hacer muy bien mental y espiritualmente a cualquier persona que decida hacerla. Eso sí, será en parte un desafío, pero que valdrá la pena hasta el último centavo gastado, es una vivencia elevada, 100% recomendada.

Caminamos hasta campamento Wiwa derecho sobre la tarde ya estábamos arribando a “El Mamey” para brindar y tener un almuerzo delicioso y contundente.

En el camino de vuelta se pueden conocer a algunos agricultores de la zona y probar cacao y café recién sacados de la tierra. Aquí probé mi primer gran de cacao. Y además tener contacto con estos hermosos animales…

A tener en cuenta:

> Durante toda la caminata hace mucho calor que se va a equilibrando con descansos para hidratarse y comer exquisitas frutas de la zona. Y también están las pozas naturales que aparecen todos los días en algún sitio y dan la posibilidad de refrescarse.

> A la noche se puede dormir tanto en camas como en hamacas dependiendo de la cabaña que toque, siempre rodeadas de mosquitero para evitar picaduras.

> Uno carga con una mochila mediana con lo mínimo necesario para la caminata, sobre todo ropa de fácil secado ya que es una selva húmeda en donde es más difícil que se seque completamente la indumentaria.

> Las comidas son contundentes y están incluidas durante todos los días de caminata.

> El camino a La Ciudad Perdida se puede hacer en 4 días (nivel exigente), en 5 días (nivel medio) y hasta en 6 días (nivel amateur).

En mi caso hice por primera vez el camino en 4 días y fue una expereincia inolvidable aunque por momentos la caminata fue realmente pesada. Luego volví a la Ciudad Perdida con un grupo de “Colombia Salvaje” en donde pude experimentar la caminata en la versión de 5 días la cuál fue mucho más llevadera y además permitió tener más tiempo para disfrutar de los paisajes y parajes de la experiencia.

Actualmente en nuestro viaje en grupo “Colombia Salvaje” hacemos el camino en 5 días además de visitar lugares como Cartagena, Playa Blanca y Santa Marta.

Ahora ya sabes, esa increíble ciudad está allá, sigue escondida detrás de la frondosa vegetación de la Sierra Nevada, esperando a ser descubierta por muchas almas aventureras más ¿Quieres ser una de ellas?

La recompensa dura para toda la vida.