Viajando en palabras: Experiencia Río Claro

Río Claro, no solamente es una reserva natural ubicada a unos kilómetros de Medellín, es el lugar en el cual pude vivir algunas de las experiencias más increíbles y cargadas de adrenalina de toda mi vida. Esta zona, rodeada de bosques tropicales, cascadas y ríos de aguas cristalinas es mucho más de lo que se puede imaginar cuando se va llegando a ella.
RIO2Si hay algo que estaba necesitando en mi viaje a Colombia, era conectarme con la naturaleza, luego de varios días de bullicio en la increíble Medellín. Tomar contacto con la naturaleza implica conectar con el interior de uno mismo y yo justamente iba en busca de eso. Río Claro tiene de todo y la idea no es caer en lo descriptivo del lugar, que de por sí es hermoso, porque sobre eso se puede leer en otras partes. Lo que voy a intentar, es transmitir lo que estar en un lugar como éste, generó en mí. Había leído algo previamente, lo que todos leemos, información geográfica, de la historia, de la fauna, nada que me adelantara un mínimo de lo que viví ese día completo que pasé en la reserva. Y acá agrego algo que aprendí: hay que leer e informarse, pero también dejar mucho librado a la imaginación y la conexión de uno mismo con el lugar.
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La llegada a Río Claro ya me tenía expectante, ¿cómo sería? Era mi primer contacto con lo que me habían contado sobre las zonas de bosques tropicales de Colombia, vegetación abundante, aire completamente puro, ruido constante de cascadas y ríos, rayos de sol colándose por entre los árboles y una infinidad de sensaciones asociadas a estar en un lugar de este tipo. Estar en un espacio completamente natural, nos permite darle valor a otro tipo de cosas, únicas, que no generan ni la ciudad más desarrollada o moderna de todas. La naturaleza nos permite poner en juego los cinco sentidos y no hay nada tan oxigenante y liberador como eso.
Rio_Claro_-_Hotel_Los_ColoresEn esta reserva se pueden hacer varias actividades, ideales para aquellos de alma aventurera y también para quienes están en busca de un desafío y de poder comprobar si se animan a cruzar sus propios límites y vivir nuevas experiencias.
Una de estas actividades es una caminata por la “caverna o cueva de los guácharos”, una travesía de unos 50 minutos, atravesando la caverna en su totalidad hasta desembocar en el Río Claro, que da nombre a esta increíble reserva. Este recorrido se hace alumbrando con una linterna, con el agua muchas veces pasando la cintura, saltando pozos y con la presencia de unos animales bastante intimidantes pero completamente inofensivos, los guácharos.
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Para llegar a la entrada a la caverna, se debe caminar aproximadamente una hora a través de los tupidos bosques tropicales, muy húmedos, como es de esperarse. En el trayecto se atraviesan caminos rodeados de árboles muy grandes, mientras se escucha el canto de las aves y el ruido de las hojas moviéndose. En este escenario mi cabeza ya iba a mil por hora, quería entrar en la caverna. Ya me habían anticipado algunas cosas, pero quería experimentar todo eso por mí misma y realmente me tenía bastante ansiosa. Sabía que era algo que nunca había vivido antes y por eso mismo era un desafío, algo completamente diferente.

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Sólo quienes hayan estado en esa u otra caverna podrán entender a qué me refiero cuando digo que estar ahí es adrenalina pura. Ni bien se entra, es como sumergirse en otro mundo, no hay luz, no hay ruidos externos ni nada que nos conecte con el afuera, se pierde un poco la dimensión del tiempo y el espacio. Somos nosotros, a oscuras, en la inmensidad de esas paredes de mármol, el ruido del agua y los guácharos, que son los locales y realmente se hacen sentir como tales. Todo este contexto, hace que uno pueda centrarse por completo en el aquí y ahora, no hay otra forma de salir de esa caverna que caminando hacia adelante, lo cual evita cuestionarse mucho el camino, simplemente hay que sentirlo 🙂

Mi cabeza seguía a mil por hora, los estímulos son muchos, hay experiencias sensoriales de todo tipo. Las risas y comentarios del resto de la gente por momentos te sacan de esa vorágine interna, pero no es tan difícil volver. Por momentos, es simplemente dejarse llevar y pensar “ya estoy acá, ahora hay que vivirlo” y convenciéndote de eso, no hay forma de que no se disfrute. Así se sigue en este recorrido, difícil de transmitir en palabras, hasta ver la luz, que indica que estamos del otro lado de la caverna, la sensación fue extraña, una mezcla de paz, emoción, superación y algunas preguntas como ¿volvería a hacerlo?, la respuesta sin dudas es, ¡sí!

Luego de vivir esto, dan ganas de más, de mucho más. Ya con el cuerpo más relajado y la mente distendida fuimos volviendo nuevamente hacia el punto de partida, donde nos esperaba un rico almuerzo típico colombiano y fue el momento del click y el balance sobre lo experimentado en la caverna.

Lo que puedo pasar en limpio después de todo esto, es que esta aventura fue un antes y un después para mí. Quizás suene exagerado, pero me mostró en la práctica que los límites y las creencias que nos limitan están dentro de uno mismo y es suficiente un “lo haré aunque sienta miedo”, para romper con eso y no volver a ser el de antes.